
..ingenuidad de quien pretende ya no sufrir, de quien ya no aguanta: opiáceo, escape. El desamor desesperadamente. Si quererte implica tanto dolor, tanta ansiedad, tantas migrañas e insomnios, deseo no desearte, quiero no quererte. Añoro la posibilidad de no amarte, de arrancarte como una espina clavada en mi ego: de eso se trata, alivio de la aversión. Amar el desamor, el sueño de todo amante rechazado, la amnesia que suplica el doliente, deshacer lo que se hizo mal. La tecla mágica, un clic, y que todo se apague, salirme del programa para siempre. Un virus, ¿por qué no?, que se enquiste en mi cerebro y detener esta pasión, que no es otra cosa que padecimiento. En otras palabras: necesito desenamorarme, ¿qué hago, doctor?...
¿Anestesiar el corazón?: no es posible. ¿Eludir el amor cuando la flecha está clavada?: ya es tarde ¿Eliminar el sentimiento por decreto, con sólo proponérmelo?: pura ilusión. No puedo anular el afecto de un sablazo.¿Qué hacer entonces?: arrojo, audacia en grado extremo, dejarte aunque me duela. Hacerte a un lado queriéndote, cambiar el dolor de tu presencia por el dolor saludable de tu ausencia definitiva. Hacerte a un lado como un adicto lo hace con la droga o un alcohólico con la bebida: autocontrol, autorregulación limpia y ascética. ¿El motor, la motivación?: pura supervivencia, me hace daño quererte. Te dejo porque tengo que hacerlo, no porque no te quiera sino porque no me convienes. No me viene bien tu amor, altera mi humanidad, me hunde, no crezco como persona, mi potencial se opaca.
Por eso no voy a esperar desenamorarme para dejarte, voy hacerlo ahora, pese al amor que todavía siento.
No se trata de negar lo que siento sino de no verte, de no entrar a tu territorio, de no ceder a la tentación de los sentidos, de no estar allí donde no debo estar. Un toque de dignidad, un alegato al suicidio ¿Habrá algún hecho amoroso más cruel y cursi que Romeo y Julieta? ¿Amor incondicional, total, radical?: existen pocos, y no es el mío.
No soy capaz de retirarme de tu lado de manera razonada y razonable, con la imperturbable tranquilidad budista, con la templanza de un espíritu educado en el estoicismo. Lo mío es una tromba, un cúmulo de irracionalidad desordenada que deja por fuera todo vestigio de inteligencia. ¿No habrá una terapia aversiva, doctor, como en La naranja mecánica, donde yo pueda sentir asco por él, fastidio esencial ante su presencia, ganas de vomitar, sensación de muerte? La respuesta es, no.
(Escrito en Junio 2009)
No hay comentarios:
Publicar un comentario