"Si tú vienes, por ejemplo, a las cuatro de la tarde, desde las tres comenzaré a ser feliz. Cuanto más avance la hora, más feliz me sentiré. A las cuatro me sentiré agitada, inquieta; ¡descubriré el precio de la felicidad!. Pero si tú vienes a cualquier hora, nunca sabré a que hora preparar mi corazón…Los ritos son necesarios".

10 de marzo de 2012

Promesa a mi amable subconsciente.

Te hablaré en futuro porque es el tiempo de las promesas verbales, y aunque sé que no sabrás esto nunca, estoy segura de que lo tendrás muy claro siempre. Tomaré la parte de ti que es mía por ley, por lealtad o sacrificio; y me la guardaré con recelo. Te tomaré en mis brazos, como me cuenta mi madre que me tomó a mí, sucia, caliente y lloriqueante recién salida del vientre; y dibujaré un presente, un pasado y hasta un futuro para ti. Un futuro de ti. En mi renqueante egoísmo personal, voy a usar todas las cosas que he conseguido comprender, para saber más de la tú que yo no he llegado a tiempo para contemplar. Para mí serás perfecta, más incluso de lo que eres de verdad. Porque todo lo hecho a semejanza de uno se antoja igual, y por tanto, idóneo e inmejorable. Voy a tocarte con toda la carne que conservo, y con la que me han quitado. Y voy a abrazar toda la tuya. Hasta la que te han quitado. Te besaré con mimo, como nunca nadie te habrá besado, y te veré de las mil formas del caleidoscopio de la rutina. Voy a quererte en griego, en latín, con todas mis lenguas muertas, pasadas y futuras. Te querré como madre, como padre, como escarnio y como astro, y usaré todo aquello que sé de ti, para devorarte en ti toda.

Te trabajaré como se trabaja la tierra, y voy a hacer de ti la razón de cualquiera de las persona que he sido. Te pondré en cada momento de mi vida. Te querré, te querré desde dentro mío. Y así jamás volveré a echarte de menos. Serás mi fuego fatuo, hasta allí donde el frío mata por despecho. Y aunque tú no lo sepas - pero lo tienes claro - voy a hacerte inmortal.