-¡La felicidad no existe!
-Sí existe. Sólo has de saber enfocarla con la luz adecuada para así poder verla.
-Que no, que no existe. Todo eso no son más que majaderías, cuentos de vieja para niños e incrédulos, fábulas…
-Es que, en realidad, la vida es como una fábula. Y en toda fábula hay dolor, pero también un sinfín de cosas buenas y, sobre todo, de ella: de la felicidad. De ese bien no material tan preciado y esquivo que siempre se esconde y por mucho que nos empecinemos en buscar jamás encontramos, ya que se trata de uno de esos regalos inesperados que llegan de pronto y que, realmente, sólo se materializa cuando podemos compartirlo con alguien más…
-Todo eso que dices no es más que palabrería barata. Al final siempre hay algo que echa a perder todo lo demás, que sale mal, que duele o que se termina.
-Claro, porque en realidad nada dura eternamente. Ni lo bueno ni lo malo. Si así fuera no sabríamos de contrarios. Todo se basa en momentos, en pequeños instantes. Y, en muchas ocasiones, son los momentos de dolor los que traen de la mano a los de la felicidad. Piénsalo.
-Luego, según tú, la felicidad puede medirse en tiempo.
-No, según tú (y si así lo crees oportuno) puede ser, pero su enorme subjetividad nos permite que cada cual la midamos como queramos, en base a lo que creamos y como mejor nos convenga…
-Incluso estoy empezando a pensar que puede ser que lleves algo de razón, pero, a mí, llevarte la contraria me hace feliz.
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